Desde Unión por Leganés-ULEG nos oponemos a la reforma laboral que plantea el gobierno del PP. Y no lo hacemos por mera confrontación política o partidismo. Es más, estamos convencidos de que la reforma se impulsa con la mejor de las intenciones y con el deseo de sacar a España del pozo de los más de 5 millones de parados (más de 18.000 en Leganés) que nos ahoga. El problema es que
la reforma descansa en una filosofía equivocada, en unos cimientos más que discutibles y nada contrastados. Y cuando la receta que se expide es la incorrecta, es seguro que los resultados para el enfermo pueden ser desastrosos.
La realidad es que esta reforma laboral consigue todo lo contrario a lo que hipotéticamente se propone, ya que no incentiva la contratación, sino el despido. De hecho, se ha instaurado el despido libre para las nuevas contrataciones.
Y todo por una teoría económica-laboral más que discutible: si el empresario no tiene miedo a despedir porque no le costará caro, no tendrá miedo a contratar. Pero eso es como decir que cuantas más facilidades se den para divorciarse, más incentivos habrá para casarse. ¿A qué es absurdo? Alguien cuando se casa no está pensando en divorciarse. A lo mejor los famosos y los personajes del corazón, pero la gente de la calle no. Pues lo mismo vale para el trabajo, ¿es un motivo del empresario para contratar el que tenga las manos libres para echar al empleado? No, es porque tiene una punta de producción, porque cree que le va a ir mejor…
Esta reforma laboral además
desequilibra la relación empresario-trabajador, ya de por sí inclinada siempre al lado empresarial. Es más, ahora tiene el derecho unilateral de bajar el salario, incluso que las bajas justificadas sean motivo de despido.
Sí es verdad que en España el paro es un drama. Es verdad que desde hace años se está hablando de la necesidad de actualizar y modernizar las relaciones laborales, pero no es precisamente en estos momentos cuando se deben acometer reformas de este tipo, porque no es bueno hacer mudanza en tiempos de tempestades y tribulación.
Mientras no se genere un clima de confianza, se incentive el consumo y estén claras las reglas de juego, unas reglas justas y equitativas, no saldremos de la crisis. Y de la crisis no se sale metiendo miedo, ni a los empresarios, ni a los trabajadores. Y esta reforma se basa en meter miedo: a los trabajadores. ¿Se acuerdan de las risitas de los mandamases de la CEOE?
España no tiene un problema de paro por su legislación laboral, ni por los costes salariales, de hecho España tiene uno de los salarios mínimo interprofesionales (SMI) más bajos de Europa, sino por la falta de crecimiento económico. Incluso los propios gobernantes reconocen que la reforma laboral no acabará con el paro, ¿entonces para qué? ¿Para beneficiar a una parte de la mesa, al empresario? Ya fue de lo más inquietante oír en su momento al presidente del Gobierno, D. Mariano Rajoy, decir que esta reforma le costaría una huelga general. Es preocupante porque
nos hubiera gustado oírle decir que la reforma laboral le iba a “costar” acabar con la situación de desempleo para un millón de personas, que le iba a “costar” que España creciera al menos en un 3%, que le iba a “costar” que los países imitaran la reforma por ser un ejemplo de afrontar la crisis sin destruir un modelo de relaciones laborales donde los trabajadores tienen derechos…
Y es que la pregunta clave que hay que responder no es qué tipos de contratos debe haber y las indemnizaciones, sino
qué tipo de economía quiere España, a quién queremos parecernos. Si a Suecia/Finlandia o a Vietnam/Ruanda. Y es una pena que con la generación más formada de nuestra historia, estemos jugando a ser Vietnam y no a ser Finlandia, donde el 6% del PIB se destina a educación. Eso sí que es derroche y despilfarro, más que el aeropuerto de Castellón. Por no hablar de
majaderías del estilo Eurovegas.
Con esta reforma se está aplicando una medicina que va a matar al enfermo, va a enfermar al sano y, paradójicamente, va a dar una salud de hierro a quien ya está en plena forma y que están siendo inmunes a la crisis: los poderosos. Se va a perder de un plumazo lo que se ha tardado en conseguir siglos.
Nos estamos cargando a la clase media de este país. Y eso es muy peligroso, porque una Nación sin clase media o debilitada, la convierte en el caldo de cultivo idóneo para la más nociva demagogia o la peor de las oligarquías.
Señores gobernantes, sean del partido que sean, tengan la ideología que tengan, es el momento de actuar con sentido de Estado, con miras amplias y auténtica responsabilidad: los
parados deben ser una fuente de motivación, no un pretexto o una coartada para imponer un ideario político que en el fondo reduce todo a una ley. La ley del más fuerte. La ley de la selva laboral.
PD: ULEG reclama a los gobernantes que analicen los resultados electorales de ayer (ya lo ha hecho el famoso
MAR), y que tomen nota de la huelga general del 29M.
Una huelga a la que nos sumamos, porque por muchos elementos que pueda haber para posicionarse en contra de esta medida, son muchos más los que hay a favor para manifestar a los que mandan que el camino emprendido no es el camino.