Les dejo el discurso que pronunciamos ayer con ocasión de la conmemoración de la Constitución Española, ya próxima a las cuatro décadas de existencia. En la magnífica foto, de Jesús Troyano, pueden ver a los dos hijos predilectos ayer homenajeados, Daniel Carvajal y Salustiano Toribio.
Buenas
tardes a todos:
Sean ustedes bienvenidos a este acto de
conmemoración del 40 aniversario de nuestra Constitución. Norma, conviene recordarlo, que ha
propiciado junto al empuje y trabajo de varias generaciones al unísono los
mejores 40 años de la historia de España. Y digo España y no otros eufemismos
porque no tengo ningún complejo ni lo tenemos en el partido vecinal de ULEG que
represento en honrar su nombre, su himno y su bandera. Ahora y hoy más que
nunca.
Porque
la nación española, una de las más antiguas del mundo, es la fuente, origen y
destino de todo. Fuente y destino que no se puede fragmentar a riesgo de
fracturar a todos los que la
integramos. Su unidad, no lo olvidemos, no es una reliquia o
un tótem patriotero al que rendirse acríticamente, sino la garantía más eficaz
para la igualdad de todos los españoles y que ninguno de ellos se sienta
extranjero en su propia tierra, labrada por españoles como nosotros desde hace
siglos.
HISTORIA, MAGISTRA VITAE.
La
Historia, gran maestra de la vida, ya nos ha mostrado con sus cicatrices en
esta piel de toro lo que es un pueblo dividido en reinos de taifa, en luchas fraticidas, dogmáticas, en antagonismos sectarios que lo único que han generado es miseria, desesperación, sangre y servidumbre. Aprendamos de ella y del valor de la libertad, que como dijo el maestro Cervantes en boca del universal personaje de Don Quijote es “uno de los más
preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden
igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así
como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
Hoy
es también una ocasión idónea para reconocer junto a este cumpleaños tanto a
quienes fueron ponentes de esa Carta Magna, personas con dispar ideología pero
con un común sentido de estado y de verdadero patriotismo, como a vecinos
ilustres de esta localidad como la estrella del Real Madrid Daniel Carvajal, o
a alguno de ellos triste y recientemente fallecido como el querido y con quien
tantas charlas hemos echado en las casetas de las fiestas Manuel Espinar.
Seguro que hay más personas y entidades que se merecen este homenaje y que hoy
no se lo rendimos, pero tampoco hay duda de que a quienes se lo tributamos en
esta jornada han hecho méritos sobrados. Y aquí me quiero detener unos segundos
en D. Salustiano Toribio Montes, Salus, un centenario vecino. Una institución
por sí mismo y a quien ya llevábamos años debiéndole este reconocimiento. Pocos
como él encarnan en lo que Unamuno llamaría intrahistoria
el espíritu de la Constitución de 1978. Hombre noble, bueno, trabajador, vivió
en primera persona y como protagonista las vicisitudes y penurias de la guerra
civil en este caso en el bando republicano y de la posguerra. Fue el primer vecino del barrio de
San Nicasio y en cualquiera de las deliciosas conversaciones que se pueden
mantener con él, interminables en anécdotas y de demostración de sabiduría
popular, nunca encontrarán una sola gota de rencor, de odio, de resentimiento. Todo
lo contrario, comunión, empatía, reconocimiento, amistad y respeto por el otro.
Salustiano, hoy te nombra la corporación de tu pueblo hijo predilecto, aunque para muchos lo
que eres es un padre predilecto para los leganenses de bien.
Vivimos
momentos de zozobra, donde el ruido, la agitación, el desgaste por los graves y
reiterados episodios de corrupción, las tensiones secesionistas y las soflamas del mesianismo
que aflora cíclicamente nos ha hecho perder a la sociedad referentes
estables, cercanos, populares, honorables e idóneos. Salustiano puede ser perfectamente uno de esos
referentes que honrar. Felicidades.
ESTADISTAS VS DETENTADORES DEL PODER
La
crisis económica y de valores, sin tener claro cuál de ellas es la causa y cuál
la consecuencia, ha zarandeado lo que parecían cimientos sólidos. Todo se pone
en duda y en solfa, en una especie de enmienda a la totalidad, de tabula rasa
con la que volver a empezar de cero, olvidando las centurias que nos acompañan
y sin tomar nota de lo que fuimos, lo que somos y lo que podemos llegar a
ser.
El
desafío es mayúsculo, pero precisamente es en estas fases donde se mide a los
estadistas y se les diferencia de los que son meros detentadores del poder.
Porque un patriota no es el que se abraza a una bandera para tapar con ella sus
miserias, ni es el que más vocifera palabras grandilocuentes o se da golpes de
pecho.
Un
patriota es quien de manera sorda, discreta, serena y sensata contribuye cada
día en mejorar su patria y a sus compatriotas. Quien hace de su ejemplo su
mejor programa político. Es quien se esfuerza en unir y en crecer, en sumar y
añadir, en ampliar y engrandecer. En trabajar porque reluzca la verdad y en
apartar la mala hierba. Eso es el verdadero progreso. Y esto vale para un
Estado, para una comunidad autónoma y para un ayuntamiento.
Y
en ese horizonte de verdad y progreso es donde todas las personas, sin
etiquetas, debemos confluir fraternalmente. Que la razonable y necesaria
crítica no nos impida ver el bosque de renovadas ilusiones en las que todos
juntos construyamos un futuro mejor, más libre, más igual, más seguro y
solidario para nuestros hijos y las próximas generaciones, donde con sano orgullo se pueda decir alto y claro hoy, mañana y siempre: ¡Viva Leganés, Viva España!
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