El ser humano es muy dado a buscar culpables. La autocrítica no es un accesorio habitual en el kit con el que llegamos al mundo. Tampoco es cuestión de flagelarse o victimizarse, pero hay que reflexionar seriamente qué parte de lo que sucede tiene causa directa en los hechos de cada uno, sin tener que acudir a chivos expiatorios (no ganamos por el árbitro, suspendo porque el profe me tiene manía...). Este sano ejercicio puede practicarse en todas las esferas de la vida y en esta ocasión lo quiero predicar para un ámbito donde es una ley de hierro el descargar las responsabilidades en espaldas ajenas: la política.
Los gobernantes, los políticos, lo representantes que gestionan los recursos públicos son objeto, en la mayoría de los casos con razón, de duras críticas, destinatarios de las iras ciudadanas por sus comportamientos nada ejemplares, derroches, incompetencias, despotismos, falta de sensibilidad... Y aunque puedo dar fe de que hay personas honradas y eficaces en el mundo de la política y en todos los partidos, es cierto que la mediocridad, por no utilizar un término más duro, es la nota predominante. ¿Pero por qué están esos representantes públicos/partidos y no otros? ¿Por qué se eternizan determinados comportamientos y actitudes que deploramos? Se pueden dar varios motivos, pero hay uno fundamental: porque así lo han decidido los ciudadanos en las urnas. Podemos excusarnos en el "sistema", en una injusta Ley Electoral, en la oligarquía de unos poderes fácticos que controlan los mensajes y los medios de comunicación, en el "todos son iguales", en el "no tengo tiempo para esas cosas"... Hay tantas justificaciones como individuos. Pero no olvidemos la fundamental: el voto.
Sí, el voto es el principal, por no decir casi el único incentivo que puede movilizar, producir cambios, transformar realidades. Hay otros métodos, pero creo como se atribuye a Churchill que lo de votar es el sistema más malo a excepción de todos los demás. Pues bien, ese poder que otorga el voto es ejercido como es ejercido y da el resultado que da. Y votar es, o debería ser, una decisión individual, libre, meditada, responsable, comprometida y sin vocación de ser un cheque en blanco. La política no debería ser ajena a otros ámbitos y el sistema de incentivos (premios/castigos) tampoco. Si un tendero te da un mal producto puedes perdonarle una vez (ha sido un error, es amigo y lo paso por alto, me cae bien...), pero si ese error se repite, ya puede caerte bien, ser tu amigo o lo que sea que cambiarás de tienda y de tendero. ¿Por qué ese incentivo es tan difícil de aplicar a la política? ¿Por qué hay más fanatismo en algo tan básico y fundamental porque afecta a cada área de nuestra vida que en, por ejemplo, el fútbol? ¿Es racional defender (votar) a determinados partidos o responsables políticos con reiterados episodios de corrupción, abusos de poder, mala gestión como si se trasladara aquello de "Viva el Betis manque pierda"?
Con este post quiero que seamos capaces de mirar la luna y no al dedo que la señala. Tal vez no tengamos lo que nos merecemos. ¿Pero hacemos algo para merecer otra cosa? De momento, y aterrizando en lo que pasa en Leganés y la descorazonadora situación que genera ver el triste y nepótico gobierno y satélites que rigen los destinos de este querido municipio, junto al fiasco de lo que se sabía que iba a serlo, sólo nos cabe decir: DISFRUTEMOS LO VOTADO.
Para 2019, y lo digo con total ilusión y esperanza porque las cosas cambian aunque sea despacio, esperemos que estas reflexiones no caigan en saco roto.
1 comentario:
El voto de los concejales en el pleno, aun actuando como junta de accionistas de una empresa municipal con forma de sociedad de capital, es personal e indelegable. El secretario del pleno tiene razón.
La actividad de las empresas públicas está regida por dos legalidades: la administrativa y la privada y hay que analizar los distintos elementos que componen dicha actividad, aplicando la técnica de los actos separables: en términos generales, a las cuestiones de procedimiento se les aplica el derecho administrativo y a las de contenido el derecho privado, mercantil en este caso.
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