Os transcribimos el discurso de ayer en el acto de conmemoración a la Constitución celebrado ayer en Leganés:
Muy buenas tardes. Empiezo dando a todos un caluroso saludo de mi parte y
de los que integramos Unión por Leganés-ULEG, felicitando a los más que
merecidos galardonados con la medalla de la villa como es la CEMU con el gran
Tío Alberto a la cabeza y a Cáritas, y deseando a los presentes una Feliz Navidad
y un 2023 de progreso para todos. Y como el guión nos deja 2 minutos de
intervención, vamos al meollo de nuestro discurso.
En la propia exposición de motivos de la Ley Orgánica
de 1995 hoy vigente que aprobó el Código Penal se señala textualmente lo
siguiente:
“Si se ha llegado a definir el ordenamiento jurídico como conjunto de
normas que regulan el uso de la fuerza, puede entenderse fácilmente la
importancia del Código Penal en cualquier sociedad civilizada. El Código Penal
define los delitos y faltas que constituyen los presupuestos de la aplicación
de la forma suprema que puede revestir el poder coactivo del Estado: la pena
criminal. En consecuencia, ocupa un lugar preeminente en el conjunto del ordenamiento,
hasta el punto de que, no sin razón, se ha considerado como una especie de
«Constitución negativa».
El magistrado José Luis
Requero redunda en esta idea y afirma con pluma certera que: “La “Constitución
negativa” es el Código Penal. Y es negativa porque esos principios, derechos,
etc. de la Constitución positiva los toma como bienes jurídicos para darles la
más intensa protección, la penal. De no existir tal protección la Constitución
acabaría en brindis al sol: por ejemplo, si constitucionalizo el derecho a la
vida pero no castigo el homicidio, ya me dirán en qué queda ese derecho”.
Del mismo modo, y estas
ya son palabras mías, si la Constitución consagra un modelo de estado y de
convivencia entre españoles, pero no incluimos figuras penales que protejan ese
estado y esa convivencia, estaremos ante un papel mojado. Por eso el código
penal recoge bajo los Títulos XXI y XXII los delitos contra la constitución y
el orden público, donde aparecen la rebelión y la sedición, respectivamente.
Y digo esto porque como
llevo diciendo cada año en este atril, la mejor manera de homenajear a la Constitución
es cumpliéndola. Y de poco sirven medallas, fanfarrias y gritos de viva España,
de viva el rey o grita los goles de la selección, si no somos conscientes de
que la constitución tiene 169 artículos y no solo los que le interesa al
gobernante de turno, o de que flaco favor se hace a la Constitución y a la
democracia si se la desarma vaciando de contenido un mecanismo de defensa, como
es el delito de sedición, que además ha demostrado ser eficaz y no “un juguete
en manos de jueces fascistas”, como afirma uno de esos que como Penélope en la
Odisea dice tejer convivencia por el día, para desarmarla cada noche porque su
fin último es desbaratar la base de todo orden político y social: la unidad de
la nación española, principio que no es ni ideológico, ni partidista, sino
estructural y que compartimos los millones de españoles que no queremos
sentirnos extranjeros ni ciudadanos de segunda en ningún lugar de nuestra
patria.
En estos tiempos de
ruido y humo no perdamos la perspectiva, ni la histórica, ni, lo que es más
importante, la de presente y de futuro: la unión es un valor capital y sabemos
de sobra lo que pasa en este país cuando se destruye la unión, por lo que no la
pongamos en riesgo por nada, y mucho menos para mantener el poder a toda costa,
porque todo poder es efímero, pero no la responsabilidad que tenemos con las
generaciones venideras a las que debemos entregar una democracia sana, con unas
instituciones respetadas y respetables, y un estado de derecho que garantice el
imperio de la Ley, la separación de poderes y las libertades de todos.
Y si en la vida se dice
que sea cual sea la pregunta, el amor es siempre la respuesta. En política
cualquier problema tiene solución en la unidad. Por
eso les pido que, no solo unidos, sino también convencidos, digamos juntos:
Viva Leganés, Viva la Constitución, Viva España.
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